Es una pregunta que me hacen frecuentemente en charlas, cursos, salidas guiadas o escribiéndome directamente. Pues depende de tu interés como observador/a de aves y del objetivo de la salida de observación. No es lo mismo una salida de avistamiento de aves que realizar un censo, ni salir con el fin de recopilar datos de alimentación que estudiar nidos, hacer fotos o instalar nidales. Si uno pretende cargar con todo el equipo que puede llegar a usarse en la observación y estudio de las aves es posible que ni siquiera pueda levantar la mochila del suelo…
Digamos que lo elemental ya lo traemos puesto: nuestros sentidos. Afinémoslos todo lo posible. Para muchos aficionados a contemplar la Naturaleza no hace falta más. Pero si queremos ir más allá, adentrándonos en el apasionante mundo de la observación de aves, hay unos materiales mínimos, a partir de los cuales, según el objetivo, surgen las variaciones. Para mí, lo básico es llevar siempre un cuaderno o libreta de campo con su lápiz, pluma o bolígrafo para anotar todo lo interesante y en el momento mismo de la observación, con lo observado aún fresco en la retentiva. Lo segundo, los prismáticos o binoculares. De 8X30 u 8X40 pueden ir bien en sitios cerrados, en bosques; pero en campo abierto, en el mar o los humedales y en la observación de rapaces y aves acuáticas y marinas se agradecen los de 10X40 a 10X50, descartando los de mayor peso, que dificultan los recorridos largos a pie.
Lo tercero sería la guía de campo para ayudarse en la identificación de las especies observadas. En mi caso soy de los partidarios de dejarla «en casa» (o, más bien, guardada en la mochila hasta que se hace imprescindible, o para mostrar aves y sus rasgos a otras personas que nos encontremos o nos acompañen), para obligarme en el campo a tomar todas las notas posible de la especie desconocida que quiero identificar. Eso ayuda a afinar la destreza en la observación de detalles, de las «marcas» o «rasgos de campo» que presenta el ave y que permiten diferenciarla de congéneres similares. Cuando llegamos a casa con tan pocos datos que nos quedamos con la duda para asignar el ave vista a una de las especies de la guía, la siguiente vez seguro que anotamos hasta el color y disposición de las pestañas del pájaro para que no se nos escape de nuevo. Se aprende así mucho más y más rápido (aunque conviene llevar encima un esquema o una fotocopia de la distribución y denominación de las partes del ave -la topografía del ave-, para ayudarnos en la descripción), y además se detectan potencialmente variantes inesperadas de plumajes, que con una mera comparativa del ave observada con las láminas de la guía en el campo. Por supuesto, si nos afianzamos en esta afición-pasión, lo que al principio es una sola guía acaba convirtiéndose en nuestra estantería en una buena colección de guías, e incluso en una completa biblioteca ornitológica y de Naturaleza.
También conviene llevar siempre encima algunas bolsas de plástico y botes de distintos tamaños por si encontramos algún resto que nos interese llevarnos a casa para estudiarlo con más detalle, como plumas, restos de alimentación, algún cráneo, egagrópilas (plumadas, bolos o pellets), etc.
La vestimenta se recomienda de colores apagados, para intentar pasar desapercibidos y no alterar el comportamiento de las aves. Los colores chillones, a veces, en lugar de espantar logran atraer aves, especialmente paseriformes en zonas forestales, que acuden a dar pasadas y gritos de alarma como harían con cualquier otro predador que sorprendiesen. No obstante, es preferible, y nuestro compromiso como observadores, dejar a las aves tranquilas.
Elementos de apoyo básicos son:
– Los mapas para orientar nuestra salida, para marcar las observaciones destacadas o para localizar lugares potenciales donde observar las especies que son nuestro objetivo. Una brújula de apoyo al uso del mapa. El GPS sería otra opción interesante, si podemos hacernos con uno.
– La mochila o bolsa de campo para portar el material de observación más otros objetos personales, ropa, un tentempié, agua, etc.
Para el observador/a de aves más avanzado, lo siguiente sería un telescopio terrestre con su trípode. Especialmente necesario para aves rapaces, acuáticas y marinas, que suelen observarse a largas distancias y requieren mayor aproximación para diferenciar los detalles. Los telescopios más dinámicos y polivalentes serían los que tienen un ocular zoom de al menos 20-50 aumentos.
Otros elementos del equipo opcionales, o según nuestros objetivos pueden ser:
– Material de camuflaje para pasar desapercibidos a las aves: ropa de camuflaje, redes, mantas individuales de camuflaje, hides o escondites, etc.
– Pequeña regla, metro y/o cinta métrica para tomar medidas (de huellas, rastros, egagrópilas, distancias, alturas, etc.).
– Contador de mano, interesante en censos de cantidades grandes de aves.
– Podómetro: para medir distancias, si no contamos con GPS.
– Altímetro para altitudes y notas sobre tiempo atmosférico.
– Cámara fotográfica: una pequeña compacta puede servir para registrar muchos detalles de nuestras observaciones, el hábitat, etc. Pero para fotografía de aves se requieren equipos especiales de fotografía convencional o bien para digiscoping, es decir, fotografía a través del telescopio. Últimamente ha surgido otra opción que permite aproximaciones increíbles a las aves con pequeñas y económicas cámaras bridge digitales. En esta entrada comenté mi experiencia.
– Etcétera, pues la lista es largamente ampliable.
Y luego vienen las especialidades, que requieren añadir otros elementos al equipo, como es el caso del anillamiento científico y los marcajes de aves, el estudio de nidos, el estudio de la alimentación, la colocación de cajas-nido, etc.
Eso sí, yo recomendaría gastar lo menos posible en equipo (lo básico puede ser realmente económico) y volcarse más en salir al campo y en viajar para observar a las aves sobre el terreno, donde realmente nos espera la emoción del disfrute y del descubrimiento.
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