Víctor J. Hernández, el naturalista
Por: Antonio Valverde
Víctor, esto de ser naturalista ¿es una enfermedad dulce o una dura condena?
Supongo que quien no se ha visto de otra manera no puede distinguir si le sucede lo uno o lo otro; no lo reconoces como una alteración del simplemente ser: sencillamente, eres eso (por mucho que más de uno tenga bastante claro, seguramente con más razón de lo que piensas, que no debes estar muy bien de la azotea…). En fin, sea lo que sea, en mi caso debe ser congénita, porque no me recuerdo (ni me recuerdan) de otro modo que con toda la curiosidad y el entusiasmo desbordante de niño -que, afortunadamente, mantengo-volcados en aprender, siempre que fuera posible de forma directa, cosas de animales al principio, y ya también de plantas, paisajes, ecosistemas, comunidades, evolución y la Naturaleza en general después.Por otra parte, si tuviera que concretar lo que realmente es central en mi día a día como naturalista, mi contestación sería la preocupación constante por no poder hacer más para contribuir a dar a conocer, disfrutar y apreciar el mundo que nos rodea, y a que, en consecuencia, nos impliquemos personalmente en su salvaguarda y conservación. Como ves, más que tenerme contento lo que hago, lo que me preocupa y mueve es lo que no hago, a lo que no llego, porque el tiempo corre en contra y necesitamos más que nunca ser mayoría quienes estamos del lado de la conservación de la Naturaleza, del desarrollo compatible con la salvaguarda de la biodiversidad, de los recursos naturales, de los procesos ecológicos y, por supuesto, de la defensa de los derechos humanos.
Cómo se mantiene uno leal a sus principios, honrado y trabajador en lo que te apasiona, ¿serás un pobre muy integro no?
En cuanto a las dos primeras cosas, puede pensarse que es consecuencia de la educación, pero yo tengo para mí que es debido, sobre todo, a esa rebeldía contra lo injusto que tienes dentro o no tienes, que te hace, entre otras cosas, preferir infinitamente y con toda la alegría abrazar la pobreza más absoluta que ser un estómago agradecido, que echar un capote o cerrar los ojos ante lo injusto. Es cierto, prefiero ser íntegramente pobre que pobremente íntegro. Pero tampoco me parece nada extraño, nunca he sido otra cosa.
¿Trabajar en lo que te apasiona?
Eso no es trabajar: es vivir, es hacer lo que harías si no te ves obligado, precisamente, a hacer aquello a lo que siempre he destinado en exclusiva la palabra “trabajar”, que para mí es lo que te ves condenado a hacer por pura necesidad para poder comer, vestir, tener casa, en fin, cubrir las necesidades básicas; precisamente eso a lo que le llaman “trabajo alimenticio” muchos escritores. Es decir, que procuro “trabajar” lo menos posible, me estoy quitando; ahora, en lo otro no paro…
Qué crees que pasa en España, que ¿la gente corre más rápido que el conocimiento o que es que no generamos divulgación de calidad?
Creo que, como en tantos otros aspectos de nuestra sociedad, pesa mucho la carga de tantos años y fuerzas destinados a sumirnos en la superstición y el miedo, ese retorno e inmersión en la edad media en pleno siglo XX (que ahora algunos gobernantes quisieran reeditar en parte) en clara oposición y persecución de la cultura, el conocimiento, la ciencia, la investigación, el pensamiento libre y la posibilidad de tomar libremente nuestras propias decisiones. Todo eso, que es causa de un retraso de más de medio siglo en tantos aspectos del país, también afecta a nuestro interés por lo cultural, por cultivar nuestro conocimiento, incluyendo, claro está, los temas de Naturaleza y ambientales. Sigue habiendo un halo de “mal visto” en torno a cultivarse, a aprender, a leer incluso (“la letra con sangre entra”), a ocuparse en algo más que no sea ganar dinero o la pura diversión. No deja de sorprender lo poco que se lee en este país, y lo excepcional que es la lectura de algo que no sean novelas. Es decir, que no es que corra más rápido la gente que el conocimiento, o viceversa: es que van por caminos distintos ¿Lograremos que alguna vez se encuentren? Algunos estamos empeñados en ello.
En cuanto a la divulgación ambiental que aquí se genera… Creo que, salvo contadísimas excepciones, tenemos el “síndrome del documental de ñúes y cebras de la 2″: treinta años repitiendo lo mismo, diciendo lo mismo, de las misma manera, sobre las mismas especies o los mismos temas, con los mismos medios, formatos y estructuras, haciendo referencia una y otra vez a las mismas imágenes instaladas en el imaginario colectivo treinta y pico años atrás, con olor a enésimo refrito de las mismas fuentes, como si ya estuviera todo dicho, como si sólo existiera una misma forma de decirlo o de aproximarse, como si no se hubiese descubierto nada nuevo sobre esas especies o esos ecosistemas, en una monótona y aburridísima rueda que creo que acabó por herir de muerte el interés por estos temas, de paralizarse a sí misma. ¿Para qué escuchar, ver o leer de nuevo, una y otra vez lo mismo? Y comenzaron a cerrarse revistas, a limitarse la producción editorial autóctona (centrándose, sobre todo, en traducciones de fuera o en replicar esos mismos modelos) a dejar de producirse, por estos motivos pero también por el propio desinterés de los responsables de los distintos medios, documentales o programas de Naturaleza punteros y con recursos suficientes. También creo que es una lástima que en alguna derivación de las producciones de Naturaleza se hayan divorciado las imágenes, sean fotos o ilustraciones, de los contenidos escritos. Sí, tanto las fotos como las ilustraciones tienen su propia entidad artística y pueden componer magníficos libros o revistas de arte, que a mí, por supuesto, me encantan; pero son eso, obras de arte, pues en cuanto a capacidad divulgativa -que no dudo que la tengan, claro- para mí está limitada hasta cierto punto, no llegando a la fortaleza que ofrece la combinación de textos e imágenes, especialmente cuando los textos, en tantos casos, son simple relleno. Pero son cosas distintas, claro. Buenos textos con buenas imágenes se potencian mutuamente, multiplicando su capacidad evocadora, emocional, formativa, informativa y, en fin, didáctica y divulgativa. Tengo claro que son valiosas en sí mismas, obras perfectamente autónomas, pero, por deformación profesional, realmente llega a dolerme ver magníficas fotos o ilustraciones huérfanas, sin más contenido que lo que en ellas hay reflejado, cuando podrían aportar tanto en el contexto (y con el texto) adecuado.
Háblame de Tundra, esa joya editorial de bajo presupuesto y altas cotas de calidad.
Muchas gracias!!! Es un maravilloso sueño loco hecho realidad por un equipo nómada de titiriteros y locos volando contantemente sobre el nido del cuco. Y yo, loco de mí, tengo la suerte de compartir alguno de esos vuelos. Es un proyecto con vocación educativa, con intención de contribuir al conocimiento y conservación de la Naturaleza, teniendo en cuenta a los distintos tipos de lectores y apoyando proyectos editoriales y a autores de aquí y de toda la comunidad iberoamericana, principalmente. Un sueño que, contra todo pronóstico, se materializó en plena crisis y que ahí está y sigue creciendo gracias al eco y al apoyo que ha encontrado en mucha gente.
Y del ¿“Diario de un naturalista”? ¡Qué calidad de blog! yo de mayor quiero hacer un blog así.
Muchas gracias de nuevo!!! Pues yo, de mayor, espero no tener que hacer ya, porque lo hayamos asumido como un valor propio, ningún blog que nos tenga que recordar lo importante que es implicarnos en la conservación de la Naturaleza, y dedicar todo mi tiempo a estar en el campo. En serio, lo del blog, como mis otras publicaciones, no es más que una forma de devolver a la Naturaleza algo de los muchos momentos de dicha que me ofrece, tratando que se la conozca y aprecie un poco más por medio de compartir con la sociedad ciertos instantes especiales, como esos trinos que entran por la ventana, el viento de aquella cumbre, la amplia hospitalidad del valle, la quietud honda del humedal, la sabiduría de los árboles… Y también alguna que otra mirada divertida.
¿Lo más bonito de esto de divulgar y de intentar vivir dignamente de ello?
Como para los sembradores de bosques: que las semillas germinen y agarren con fuerza. Nada más bonito que volver a encontrarme alguna vez con alguien que, sin saber que la escribí yo, me cuente que alguna de esas publicaciones que hice le inició o le acabó de decidir a adentrarse en el apasionante mundo de la observación y el descubrimiento de la Naturaleza o de tal o cual grupo de especies… “Vaya, si alguna vez conozco al autor se lo contaré. Seguro que le hace feliz…”
La verdad es que nunca he intentado vivir de esto, mi motivación es otra. No sé si se puede, y realmente lo dudo.
¿Adónde te han llevado tus viajes?
Al rincón secreto donde emerge de su larva la cigarra, a la guarida del topillo, el nido del águila, la huella del lince, la zambullida del galápago, el sendero del lobo, la rama favorita de la iguana, el rompedero del quebrantahuesos, la cabaña de un chamán amazónico, a darle vueltas a un cementerio en busca de erizos, a la isla del tesoro del corsario Drake, al pequeño embudo mortal de la larva de la hormiga león, a varios volcanes andinos, al dormidero de la lechuza, al baño en medio del banco de pirañas, al mediterráneo de El Cabo, algún bosque nublado, brezales de tierras altas, a la choza del cabrero, a sabanas de las orillas del Pacífico o del África austral, al acantilado atlántico, a territorio bosquimano, a la selva esmeralda, al escondite de los patos mancones, a varios desiertos, a la dehesa, a poblados siona-secoyas, a leoneras marinas, al abrevadero del rinoceronte, al del alcaraván, tras los resoplidos de las ballenas o las huellas de Livingstone, Humboldt, La Condamine o los gorriones del tejado o la salamanquesa de la farola de la esquina, etc, etc, etc…
¿A qué terrenos nos llevarás a todos tus seguidores en tus proyectos más inmediatos?
Seguidores no, por favor: yo prefiero compañeros de vuelo, amigos de tú a tú compartiendo una pasión común. Vienen muchas cosas nuevas, algunos proyectos transitarán por distintos destinos de los enumerados en la respuesta anterior; otros, nos adentrarán en profundidad en diferentes universos zoológicos; otros más, en fin, procurarán envolvernos en el olor a jara, en el frescor del primer rocío de la primavera, en el trompeteo épico de la grulla o en la danza de color de los bosques de otoño… Y los cuadernos de campo, se diría que inquietos en su estantería, como añorando aquellos días de campo, desde hace más de treinta años hacia acá, en que fueron escritos, guardan más cosas que poco a poco iré dejando echar a volar…
Para seguir el trabajo de Victor J Hernández:
http://diariosdeunnaturalista.blogspot.com.es
http://www.tundraediciones.es